lunes, 6 de septiembre de 2010

Un día despiertas
y te sientes enjaulado
en tus cincuenta y tres metros cuadrados.

Te vuelves un animal desesperado
al que le cuesta cada vez más respirar
cuando recorres el pasillo.

El aspecto de tu vida te deprime.
Los pomos de las puertas,
las persianas, los enchufes.

No soportas los muebles viejos, ni los nuevos.
No te acostumbrarás a esta casa nunca.
Porque no es tu casa.

Tú no tienes.
Tu triste vida está en tu mesa,
con los pedazos de tu corazón,

Tu mente, tus deseos.
Todo se coloca en posición
para empezar de nuevo.

Y otra casa, y otros sueños.
El nudo de tu estómago está ahí,
con tus recuerdos y su pena.

Y te ríes, porque no lo entiendes.
Cenizas a las cenizas.
Nada más.

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