lunes, 20 de diciembre de 2010

Paisajes IV

En las horas inexistentes de la madrugada
voy recorriendo los caminos
que
     ser
pen
     te
  an
a ritmo de alborada.
Al momento del despunte,
los bardos pulen sus canciones,
respiran la luna amarillenta,
y sienten el mar como
un aullido en los robles.

Yo los sigo de mientras,
sonrisa en mano,
recortando siluetas de montes.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Música por palabras

Te vistes despacio, Debbie.
Vístete despacio.
Aún quiero mirarte
a través del espejo.
Cuando se te deslizan
las manos arriba y abajo
por el satén quiero verte.
Debbie.
Oh, Debbie. Qué fácil eres.

domingo, 12 de diciembre de 2010

diciembre

(...)
Porque la vida no espera
(...)
B.Pasternak

  Marcos miraba a la gente de la cafetería mientras esperaba, y le agotaba la sensación de que ya hubiese transcurrido otro año completo, cuando aún no había dado cuenta de los anteriores. Todo se cortaba con el pequeño paso de la aguja de un reloj ahogada en cava y en una voluptuosidad obligada, aunque seguía la noche, aunque hubiese caminado con un terror indefinido como de alumbrado público, ya no era la misma, era como un saco cayendo de los hombros y el pañuelo sobre una frente sudada. Esa extraña manera en que le llegaba la intranquilidad cuando miraba una foto de la Voyager del noventa y se quedaba frío porque se reconocía, y la única manera de volver al orden de no verse como una naranja o como polvo cósmico de hace veinte años era llegando a casa, y tras calentarse debidamente hacerla resonar con la Titán de Mahler, que ya resonaba en aquella dichosa foto, dándole orden a todo el asunto.
 
  Porque a veces parecía tranquilizante tararear la melodía estando en campo abierto, en la calle, o en la compañía de algún vecino malmirante; o en diciembre, cuando necesitaba olvidar summertime y todo lo relacionado, el carpe diem, y el tiempo relativo, y la vida de exterior, y porque tampoco se acordaba de otra cosa, como cuando no se acuerda de la sensación de dormir solamente con la sábana en pleno invierno. Pero estando en uno de esos meses tan barrocos, que cuentan el ritmo de los días sin ninguna piedad con la relatividad o el rubato, simplemente pasan y pasan; porque eso era el tiempo, el bicho que anda y anda, y que da al traste con los planes, que es de igual manera despectivo con todos, sea nueve, diez u once, y entonces pasaba de naranja a Marcos y de ahí al polvo cósmico y vuelta a comenzar. 

  Sorprendentemente Mahler se acababa y venía el deseo de comprarse mil relojes para estar contento, el hartazgo de repetirse contínuamente que a la mierda el carpe diem, es decir, a veces sí, y a veces no, que siempre Mahler, que siempre barroco, que siempre constructivismo, sexo, paseos, café, estufas, barquillos, relojes, miles de relojes, unos haciendo tic-tac y otros sonando a segundo movimiento y otros a Voyager. De eso que a veces se sorprendiera a sí mismo con la cara larga, helado por dentro, porque sabía que algo pasaba, que el bicho corría y él era incapaz de montarse encima, y tanteaba el futuro con las manos como cuando saltaban los plomos en la casa, con el mismo miedo a que le ladrara un perro en la noche o se le acabese la música o se le apareciese en un delirio la naranja que era él o un economista, o una serpiente con brazos.
 
   Por fin reconoció una figura en la puerta y no esperó más.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Microcosmos

Hay días en que quiero hacerlo todo, el arte y el amor.

jueves, 2 de diciembre de 2010

 Hay uno del que dicen que pasa
                                                las noches en vela. Y aunque no
                                         hace
                                                mucho más dormido que despierto,
   se resiste a malgastar soñando
                                                las
                                        horas
                                                que
                                            va
                                                perdiendo.