Antes de nada, tranquilidad.
Habrán ustedes observado que cada vez con menos frecuencia tiende el suelo a plegarse en planos perpendiculares entre sí, cada ciertos centímetros, hasta lograr salvar en poquísimo espacio un desnivel vertical.
Últimamente, en cambio,
y a través de un complejo algoritmo de corte darwinista,
el suelo empieza a ofrecernos de pronto un sinfín de recorridos milimétricamente calculados.
Allá por donde antes, contenidamente,
se esparcía una escalera,
el suelo evolucionado
nos ofrece un majestuoso y sobrio paseo arquitectónico.
Flanqueado por sus pretorianos cromados,
te acompañan en el Via Crucis,
de subir los champiñones a casa.
La elegancia natural de su voluntad,
que tiende a pendientes razonables,
nos ofrece a todos, un sorprendentemente calculado
descanso.
¿Cómo poder apresarlo?
¿Cómo confundir
el pie
con el pie
cuando de pronto se siente uno liberado
de tener que observar
las sombras
de una constelación de ángulos rectos?
Es, en fin, grata la invitación
a contemplarnos,
a no gastar nuestros alientos,
si pensamos en nuestras vidas,
mientras vamos zigzageando
como viejos enfurruñados,
o tal vez,
admirando el paisaje y al paisanaje.
Pobre Cenicienta,
Pobre Scarpa,
Pobre Norma Duval,
El suelo debería sacarse una carrera.
Porque hasta hace del peregrinaje a Santiago
algo mecánico.
y a través de un complejo algoritmo de corte darwinista,
el suelo empieza a ofrecernos de pronto un sinfín de recorridos milimétricamente calculados.
Allá por donde antes, contenidamente,
se esparcía una escalera,
el suelo evolucionado
nos ofrece un majestuoso y sobrio paseo arquitectónico.
Flanqueado por sus pretorianos cromados,
te acompañan en el Via Crucis,
de subir los champiñones a casa.
La elegancia natural de su voluntad,
que tiende a pendientes razonables,
nos ofrece a todos, un sorprendentemente calculado
descanso.
¿Cómo poder apresarlo?
¿Cómo confundir
el pie
con el pie
cuando de pronto se siente uno liberado
de tener que observar
las sombras
de una constelación de ángulos rectos?
Es, en fin, grata la invitación
a contemplarnos,
a no gastar nuestros alientos,
si pensamos en nuestras vidas,
mientras vamos zigzageando
como viejos enfurruñados,
o tal vez,
admirando el paisaje y al paisanaje.
Pobre Cenicienta,
Pobre Scarpa,
Pobre Norma Duval,
El suelo debería sacarse una carrera.
Porque hasta hace del peregrinaje a Santiago
algo mecánico.
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