sábado, 5 de junio de 2010

¿Por qué los que nos abandonáis,
amigos lejanos, muertos,
amantes nuestros, en fin,
todos,
no os preocupáis jamás,
ni os habéis preocupado,
de dejarnos aquí, entre estos muros,
entre los cielos y los mares,
solos?

Desfilando, unos y otros
por las vidas,
¡qué coño!
por las tristes vidas,
de los que nos quedamos.

Alguna vez puede que pase yo también
por alguna miserable vida,
y sea otro el que ponga los ojos en la puerta,
de pie o sentado en el borde de la cama,
en fin, otro viajero más
que recordará como algo soñado
las noches y los encuentros.

El olvido nos es ambivalente,
es dulce y es cruel, como la muerte
cuando nos entierra las miradas,
cuando sólo nos deja los hechos.

¿Por qué nos abandonáis,
amigos, muertos y amantes,
y nos dejáis confiando
con luces de esperanza en las miradas,
con el vacío de ser amados,
y con el deseo maldito en las entrañas?

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