lunes, 8 de marzo de 2010

Dejaré de abrazar la almohada.

Tu rostro se me revela
como un misterio divino,
un icono y el incienso
en la penumbra bizantina.

Tus ojos de providencia,
tus manos de curador o de carpintero.

Tu beso es traicionero y mortal.
Pero es tu beso.

Dejaré de abrazar la almohada y dormiré.
Y soñaré
...

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