domingo, 19 de marzo de 2017

A Donostia

6 de marzo de 2017

Ciudad pequeña, que
como un niño se enfada, porque ya es globalizadamente grande.
De conocerte tanto, 
o tus buenas partes,
a veces me aburres.
Porque salgo para perderme,
y aunque quiera
sé adónde voy (y no sé qué responder).
Me quedan de ti los lugares malos,
en los que nunca he entrado,
porque a menos que los gentrifiques
serán aburridos o no estarán a la altura
de tus partes buenas.
Entonces prefiero explorar otras ciudades,
o los pueblos,
de tus alrededores (o también lejanos),
perderme en fábricas en ruinas
o en valles angostos,
con tal de que no tengan un horizonte
oscuro del mar nocturno.
Perdóname, porque cuando sé a dónde quiero ir,
me muestras de vez en cuando un cielo de Delft,
o te perdono yo,
porque me paro a mirarlo.
Y si oigo tu viento
me gusta que tus puentes salpiquen de vez en cuando.
Pero al cruzarlos prefiero no mojarme.
Y si un rayo de sol me interrumpe la lectura
jamás podré enfadarme.

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